domingo, 26 de julio de 2009

James Reavis, el hombre que burló a Arizona


PHOENIX, ARIZONA (1885).

Una calurosa mañana de junio de 1883, los residentes del centro de Arizona fueron sorprendidos por una noticia que fue publicada por los periódicos locales: había aparecido un hombre que se ostentaba como heredero de más de la mitad del territorio de Arizona y parte del de Nuevo México.
Se trataba de James Addison Reavis, quien presentó documentos que lo acreditaban como descendiente y heredero del Barón Don Miguel de Peralta; a quien el Rey de España le había legado 18,750 millas cuadradas, incluyendo los terrenos ocupados por Phoenix, Prescott, Tucson, Safford; y las minas localizadas en el territorio.
El gobierno estadounidense estaba obligado a respetar dichos documentos, por los acuerdos asentados en el Tratado de Guadalupe Hidalgo; y para hacer las reclamaciones, tanto contra los rancheros residentes, como contra las compañías mineras y agrícolas; contrató los servicios del abogado Cyril Barrett quien de inmediato procedió a registrar tenencias y acuerdos.
Mayor temor de ser desalojados experimentaron los habitantes de Arizona, cuando trascendió que James Addison Reavis había recibido 25,000 dólares como pago de derechos por parte de los dueños de la compañía que explotaba una mina de plata en Rey, Arizona; dado que eso, demostraba que las reclamaciones iban en serio y nadie podría eludirlas.
James Addison Reavis era un individuo muy elegante y distinguido, al que nadie conoció antes; se había hospedado en un Hotel del pequeño poblado que era entonces Phoenix; y se mantenía al margen de todos. Su soledad solo había sido interrumpida por escasas pláticas con Lord Darrell Duppa, con quien había congeniado...
James Addison Reavis había nacido en 1843 en Missouri, donde su padre Fenton Reavis trabajaba como jornalero. Su madre, María Addison era nieta de una dama de origen español, sin ninguna fortuna pero con delirios de grandeza, quien le hablaba de su origen aristocrático y el rancio abolengo de su estirpe; lo cual tenía más de sueños que de realidades. Addison Reavis creció creyendo que era noble y se sentía obligado a recuperar las herencias, patrimonios y reconocimientos, que su madre y su abuela aludían constantemente.
Tras el estallido de la Guerra Civil, él se enlistó en el Ejercito Confederado, pensando que sería una romántica aventura en la que conquistaría la gloria y los honores rápidamente; pero no fue así. El tedio y los arduos trabajos rutinarios solo eran aliviados, a la larga, con las cortas licencias que recibía de sus superiores. Sin embargo, allí mismo Addison Reavis descubrió que tenía una habilidad: la de falsificar los permisos y licencias, con tal fidelidad que eran aceptados sin réplica y que le permitían frecuentes escapes de la vida cuartelera. Pronto, licencias similares eran vendidas a sus amigos cercanos, que las solicitaban con frecuencia.
Pronto se dio cuenta que el Ejército Confederado no tenía futuro y tras la batalla de Vicksburg desertó para unirse con las tropas Yanquis. Pero más tarde los abandonó también. Se radicó en la ciudad de San Luis, donde encontró empleo como conductor de un tranvía, hasta juntar algún dinero y montar una oficina de bienes raíces. Su habilidad como falsificador le permitió cerrar una operación que le dejó buenas ganancias; pero que lo obligó a abandonar Missouri.
Addison Reavis vino entonces a radicar a Prescott, Arizona, donde escuchó hablar sobre el noble español Juan de Peralta que recorrió la región en el siglo XVII con una encomienda del Virrey, Marques de Salvatierra; y empezó a tejer una historia, sobre un hijo de aquel noble, llamado Miguel de Peralta, a quien el Rey de España nombró Barón de Arizona y premió con numerosas tierras y minerales, por valientes episodios militares al servicio de la Corona.
Addison Reavis viajó a San Francisco, donde asentó algunos “antiguos” documentos sobre la existencia de don Miguel de Peralta .
En Septiembre de 1880, él viajó a la Ciudad de México y a Guadalajara, donde estuvo consultando archivos sobre los antiguos documentos coloniales, logrando sustraer algunos originales que le permitieron estudiar el papel, la tinta, la caligrafía y los sellos reales; y aprovechó su habilidad para falsificar los documentos que lo acreditaban como heredero de don Miguel Nemecio Silva de Peralta y de Cordoba; pariente del Rey Felipe IV de España; a quien por cedula real le había sido donadas el equivalente a 18,750 millas cuadradas en el Centro de Arizona y el título nobiliario de “Barón de los Colorados”.
Con esa falsa historia tejida y documentada con falsificaciones, James Addison Reavis llegó a Tucson el 3 de Septiembre de 1882, presentandose como dueño de gran parte del territorio de Arizona.
JAMES ADDISON REAVIS
(Escribió Leonardo Reichel Urroz)

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